{H}ego (2020)
Editorial Nazarí
Editorial Nazarí
Die Sünde (Cuadro para un poemario)
A finales del siglo XIX, el artista alemán Franz von Stuck (1863-1928), cautivado por la corriente esteticista y simbolista que había encumbrado la iconografía de la femme fatale, se entregó a una serie de doce imágenes casi idénticas, salvo ligeros matices, que mostraban una sensual figura femenina desnuda, de enlutada cabellera y engalanada únicamente con una imponente serpiente enroscada en su cuerpo. Titulada como Lujuria, Vicio, Voluptuosidad y Deseo, la serie comenzó con Sensualidad (1889) y culminó en Die Sünde o Pecado (1893-1895), su personal reflexión sobre la mujer y el mal, su glorificación del pecado, su idolatría por el deseo. Ella encarna el elemento satánico y subversivo sembrado en la mujer, la perversa y fascinante seducción femenina, concebida incluso como deidad omnipotente en el Altar del Pecado (1903) que el artista erigió en su villa de Múnich. Esta nueva Eva sin manzana (ella es el fruto vedado), de ademanes aristocráticos y altivos, confiada y suficiente, profundamente consciente del poder liberador del mal puro, cuya roja boca hipnotiza entre los negros y azules tonos, y bañada por la sulfúrica luminosidad que acecha desde la esquina del lienzo, era sencillamente perfecta. El contrapunto exacto de la umbrátil Proserpina que sustentaba El sonajero de chamán (2012), mi primer poemario. La inmejorable anfitriona para mi {H}ego, mi segundo poemario, un libro sobre la mujer, el mal, la mentira, la verdad y el deseo.
A finales del siglo XIX, el artista alemán Franz von Stuck (1863-1928), cautivado por la corriente esteticista y simbolista que había encumbrado la iconografía de la femme fatale, se entregó a una serie de doce imágenes casi idénticas, salvo ligeros matices, que mostraban una sensual figura femenina desnuda, de enlutada cabellera y engalanada únicamente con una imponente serpiente enroscada en su cuerpo. Titulada como Lujuria, Vicio, Voluptuosidad y Deseo, la serie comenzó con Sensualidad (1889) y culminó en Die Sünde o Pecado (1893-1895), su personal reflexión sobre la mujer y el mal, su glorificación del pecado, su idolatría por el deseo. Ella encarna el elemento satánico y subversivo sembrado en la mujer, la perversa y fascinante seducción femenina, concebida incluso como deidad omnipotente en el Altar del Pecado (1903) que el artista erigió en su villa de Múnich. Esta nueva Eva sin manzana (ella es el fruto vedado), de ademanes aristocráticos y altivos, confiada y suficiente, profundamente consciente del poder liberador del mal puro, cuya roja boca hipnotiza entre los negros y azules tonos, y bañada por la sulfúrica luminosidad que acecha desde la esquina del lienzo, era sencillamente perfecta. El contrapunto exacto de la umbrátil Proserpina que sustentaba El sonajero de chamán (2012), mi primer poemario. La inmejorable anfitriona para mi {H}ego, mi segundo poemario, un libro sobre la mujer, el mal, la mentira, la verdad y el deseo.
El sonajero del chamán (2012)
Geepp Ediciones
Geepp Ediciones
El Sonajero del Chamán presenta una estructura tripartita: {Hades}, {Bosque} y {Tundra}. Son, en efecto, tres espacios que, a su vez, constituyen tres dimensiones discursivas y tres estados de conciencia. En definitiva, tres poéticas que exploran e indagan en la posibilidad del conocimiento de nuestro centro o de nuestro yo. {Hades} es el poemario de la profundidad, de la dualidad, de la búsqueda del yo a través de la ritualidad erótica, de la reunión de contrarios, pero también a través del discurso mitológico y arquetípico. La figura omnipresente, aquí, sería Perséfone. {Bosque} es el poemario de la verticalidad, de la soledad, de la contemplación, el espacio de la chamanesa, de la hechicera, de las deidades del bosque; el yo ha sido abandonado en la espesura simbólica y ha de encontrar su claro de bosque o su centro a través del discurso pictórico y semiótico. Finalmente, {Tundra}, el clima más frío, el espacio más desértico, es el poemario de la horizontalidad, del quietismo más rotundo, del mayor estado de meditación que conduce a una desintegración del lenguaje y a una fragmentación del yo como único discurso posible donde se impone la imagen de una Ofelia congelada. En definitiva, tres vías para conocer ese rotundo misterio que es {el} yo.
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Versos de inframundo para una femme fatale
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